domingo, enero 14, 2007

Altruismo

Altruismo. Existe realmente? Quién no se ha preguntado esto alguna vez? Siempre he pensado igual, y supongo que nadie me lo negará: todo lo que se esconde detrás de las limosnas, favores desinteresados y labores en las misiones es egoísmo puro. Claro que, el egoísmo de “yo miro por mí y los demás que se busquen las habichuelas” no está socialmente aceptado, porque a todos nos gusta (por egoísmo también) que se nos eche una mano.

Hasta aquí no creo que haya descubierto América. Lo curioso es lo que he leído en el MUY INTERESANTE del mes pasado, y son los motivos del altruismo. Tanto en animales como en humanos, cuanto más cercano sea el parentesco familiar, más alto será el grado de altruismo porque más probabilidad habrá de que nuestros genes sobrevivan más generaciones. No es fascinante? Imagino yo que aquí entrará el tema del instinto maternal. Dicen que una madre es capaz de sacar energía de donde no la hay para sacar a su hijo de un peligro, una energía que dudo que le salga con el primo del panadero. La cara vista es que, indudablemente, nuestros hijos son lo que más queremos en el mundo y es verdad. La cara oculta es que sin nosotros ser consciente de ello, hacemos lo posible por perpetuar nuestra especie, y más concretamente nuestros genes. Esto, dicen los científicos, también es verdad.

La segunda justificación a un comportamiento “sin recompensa” es la reputación de cada uno. El hecho de que una buena obra sea reconocida a nivel social hace que seamos más altruistas. Nos encanta decir que somos donantes de sangre, que hemos apadrinado a un niño o que hemos pasado el verano en un campo de trabajo plantando árboles. La cantidad de famosos que salen en la tele visitando a los niños africanos! ¿los visitarían si nadie se enterara de ello? Un experimento llamado “efecto Kismet” demostró cómo la gente donaba un 30% más por el hecho de tener presente un robot con un par de ojos! Y seguramente, si publicaran cada día una tira de fotos de todas las personas que, por ejemplo, reciclan, esto nos motivaría para ser más ecologistas.

Cuando se trata de ayudar a personas, aumentan las probabilidades de que sea un “hoy por ti, mañana por mí”. Una persona que, por ejemplo, sea creyente, encontrará su recompensa en la salvación que Dios le dará en la otra vida, ya que Dios tendrá en cuenta lo generoso y sacrificado que es en el mundo terrenal. Porqué cuando estamos locamente enamorados somos capaces de cualquier cosa por conseguir a la persona amada? Porqué la tratamos mejor que a ninguna persona en el mundo sin querer recibir nada a cambio? Pues porque a fin de cuentas, la recompensa será sentirnos amados por esa persona. Y sino, porqué dejamos de desvivirnos cuando esa persona nos rechaza o simplemente deja de gustarnos? Porque ya no interesa.

Por si todo esto fuera poco, una obra altruista en ocasiones nos produce un efecto físico: segregan la “hormona de la felicidad”, las endorfinas (las mismas que segregamos con el orgasmo, con el deporte o con las carcajadas). Claro que depende de la acción, ya que no es lo mismo llevar unas pilas a reciclar que ir a recoger chapapote a Galicia.
Asumámoslo: lo malo no es ser egoísta. Lo que es castigado es hacer cosas egoístas que no casan con las normas sociales. Las que sí casan, no son consideradas egoístas.

martes, enero 02, 2007

La tradición de las uvas

Desde los inicios del Imperio Romano, enero estaba dedicado al dios bifronte Janus, que mira delante y detrás: al año que se va y al principio del que viene, por eso le representaban con dos rostros, uno barbudo y viejo y el otro jovencito. Los romanos invitaban a comer a los amigos y se intercambiaban miel con dátiles e higos para que pasase el sabor de las cosas y que el año que empezase fuese dulce. Esta vieja costumbre romana fue poco a poco entrando en Europa, donde con la misma finalidad venturosa comenzaron a ofrecerse lentejas, de las que se dice que propician la prosperidad económica del año que empieza. En la Edad Media la Iglesia trató de oponerse a las viejas costumbres, pero no consiguió extirpar la atmósfera disipada de, la noche de San Silvestre, que se mantuvo como la última isla pagana de las doce noches navideñas (las comprendidas entre la Navidad y la Epifanía), que la Iglesia consideraba como periodo de renovación para mejorar el año venidero. La cena de Nochevieja, el 31 de diciembre, empezó a convertirse en una festividad de moda desde principios del siglo XX. A diferencia de la cena de Nochebuena, se trata de un rito de carácter público que se celebra entre amigos, en casa de alguno de ellos o en algún establecimiento hostelero.
En España, la tradición de despedir con uvas el año parece ser que data de 1909.

Pues eso, que si no nos comemos las uvas tampoco nos traerá mala suerte, porque es lo mismo que si yo me invento mañana que en lugar de 12 uvas hay que bailar 12 sevillanas.

tradiciones

FIN DE AÑO
Desde los inicios del Imperio Romano, enero estaba dedicado al dios bifronte Janus, que mira delante y detrás: al año que se va y al principio del que viene, por eso le representaban con dos rostros, uno barbudo y viejo y el otro jovencito. Los romanos invitaban a comer a los amigos y se intercambiaban miel con dátiles e higos para que pasase el sabor de las cosas y que el año que empezase fuese dulce. Esta vieja costumbre romana fue poco a poco entrando en Europa, donde con la misma finalidad venturosa comenzaron a ofrecerse lentejas, de las que se dice que propician la prosperidad económica del año que empieza. En la Edad Media la Iglesia trató de oponerse a las viejas costumbres, pero no consiguió extirpar la atmósfera disipada de, la noche de San Silvestre, que se mantuvo como la última isla pagana de las doce noches navideñas (las comprendidas entre la Navidad y la Epifanía), que la Iglesia consideraba como periodo de renovación para mejorar el año venidero. La cena de Nochevieja, el 31 de diciembre, empezó a convertirse en una festividad de moda desde principios del siglo XX. A diferencia de la cena de Nochebuena, se trata de un rito de carácter público que se celebra entre amigos, en casa de alguno de ellos o en algún establecimiento hostelero.
En España, la tradición de despedir con uvas el año parece ser que data de 1909.

Pues eso, que si no nos comemos las uvas tampoco nos traerá mala suerte, porque es lo mismo que si yo me invento mañana que en lugar de 12 uvas hay que bailar 12 sevillanas.